Los primeros meses de vida de nuestros hijos son probablemente la etapa más caótica para los nuevos padres. Nuestra vida da un giro de 180 grados, especialmente si es nuestra primera vez poniendo pie en esta gran aventura.

Cambiamos salidas por pañales, conversaciones cotidianas por cuál será el mejor biberón y nuestra vida libre de preocupaciones se vuelve un manual de

“101 diferente maneras de proteger a nuestro bebé”.

Nuestras madres nos dicen: “No te preocupés, pronto pasará” y mientras esperamos, literalmente en vela, vemos una luz al final del camino: pronto mi hijo se irá a la escuela. Cuando llegamos al punto de elegir una institución educativa para nuestros hijos, las cosas se vuelven complicadas: ¿Cómo saber cuál es la mejor escuela para mi hijo?

Este tesoro perfecto, que se ha vuelto todo para mí.
Difícil, pues en esta bella ciudad de Los Zorzales hay mas de 165 escuelas fomentando una educación bilingüe, trilingüe y tecnológica. En fin, no terminaríamos de estudiar y catalogar todos los tipos de educación que la Capital Industrial ofrece.

En mis años de vida profesional como educadora y madre en Bambinos AIM, les puedo asegurar que no hay forma correcta de elegir uno, pero sí hay factores que podemos tomar en cuenta cuando nos vemos enfrentados con esta decisión.

En estos últimos 14 años he tenido la oportunidad de visitar varias culturas que me han dado las pautas de lo que serían los mejores factores a tomar en cuenta al elegir un centro educativo para nuestros retoños.

En Japón, por ejemplo, ver aquellos niños caminando con sus sombreritos amarillos completamente solos a la estación del tren para ir a su escuela realmente me dejó pensando hasta dónde puede llegar la independencia de un niño en un ambiente adecuado.

Estos sistemas educativos basan mucho de su pensum en valores y pilares que no solo cubren las exigencias académicas, pero también aquellos de respeto y el orden.

Pero no solo es en la cultura asiática que vemos estos esquemas de educación completamente distintos a los nuestros. En Europa, pude palpar lo importante que es la hora de juego para los niños y jóvenes, incluso de los maestros. Se me demostró que el alumno tiene una jornada de 8 a 9 horas de aprendizaje académico, social-emocional y el resto del día es para su familia, para disfrutar de su clase de bádminton, baile o rugby y finalmente descansar.

Nuestro hijo o hija no puede ser un número más en un salón de clase con 30 niños navegando en el. Es imposible pensar que estudiantes de hoy, siendo el 2016, van aprender igual que lo hacían niños atravesando la Revolución Industrial en el siglo XIX. La cual es la base de nuestro sistema educativo.
Los estudiantes deben dejar de ser parte de un sistema de filas de pupitres con un solo maestro sin libertad alguna para expresar sus capacidades diferentes. Sin la oportunidad de dialogar con sus compañeros o amigos bajo un árbol sobre la relevancia de la última novela de Harper Lee, incluso jugar y aprender a la vez.

Año tras año he visto a padres preocupados por el plan de clases que su hijo llevará, quiénes serán sus compañeros, el tipo maestro que tendrán y por supuesto cuántas tareas llevarán a casa, en sí, un sin fin de interrogantes a la herencia que como padres debemos dejar.

Pero se nos olvida que la parte más importante de la educación es facilitar a nuestros hijos todo tipo de herramientas, conocimientos, destrezas, habilidades sociales para el mundo actual.

Las preguntas que deberíamos de estar haciendo al ingresar a una institución son:

  • ¿Cuál es la misión y visión que la escuela tiene para mi hijo?
  • ¿Qué oportunidades de colaboración podrá mi hijo tener?
  • ¿En qué manera se preocupan por el aspecto socio emocional de mi hijo?
  • ¿Cuáles pueden ser las expectativas para el futuro profesional de mi hijo?

Son preguntas sencillas que sin lugar a duda muchas instituciones podrán responder. Pero si indagamos  más a fondo nosotros como padres nos vamos dando cuenta que las respuestas a estas preguntas están dadas desde el minuto que cruzamos la puerta de recepción, en el “Buenos Días,” que nos dan. En aquella plática amena de un alumno de undécimo grado, en el pasillo de secundaria, mientras su maestra guía saborea su café y le brinda una cálida sonrisa con respuestas a las inquietudes del problema de física o un abrazo de aliento por las lágrimas derramadas durante una discusión entre amigas.

Nos podemos dar cuenta cuando el guardia de seguridad no solo es eso, pero es aquel que nos libera de apuros, incluso nos ayuda a cambiar una llanta o al ver aquella alumna de sexto grado preocuparse y llevar a la enfermería a la niña de segundo que se raspo jugando la rayuela.  Los vemos en los maestros que se vuelven parte de nuestra vida, en cada mensaje, correo electrónico y plática  donde el enfoque de atención es nuestro hijo. Definitivamente lo vemos en el producto final de la formación de nuestro hijo y la ayuda que la escuela brindó desde la orientación vocacional, preparación para ingreso a una universidad nacional o internacional y las conexiones que pudieron tener para facilitar alguna ayuda financiera en la universidad predilecta de nuestro pequeño grande bebé.

Pero la institución educativa  no tiene la responsabilidad sola de crear al futuro de nuestros hijos y de nuestro país. Nuestra prioridad debe de ser formar líderes no solo aptos en conocimiento, pero también en pilares fundamentales como ser: Respeto, Responsabilidad, Justicia, Confiabilidad, Cariño y el amor a la patria o Ciudadanía.  Debemos empujar por una educación integral que sin lugar a duda empieza desde casa.

Y es así con todos estos elementos que nosotros padres de familia podemos llegar a tener una decisión mas concreta en el patrimonio mas grande que debemos dejar a nuestros hijos: LA EDUCACIÓN.

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Redacción Avante

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